jueves, 31 de diciembre de 2009

Imágenes para el mundo de Moravia ( Fernando López)

Si se atiende a la estrecha relación que Alberto Moravia (1907-1990) mantuvo con el cine, lo primero que viene a la mente es, claro, su condición de generoso proveedor de historias extraídas de sus novelas y cuentos: títulos como El conformista , El desprecio o Dos mujeres son difícilmente olvidables para cualquier cinéfilo. Pero ese vínculo, que en cierto sentido se prolonga hasta hoy (no hace mucho volvió a hablarse del proyecto de Benoît Jacquot de rodar en Capri una versión de su novela 1934 ), se manifestó en diversas formas y desde muy temprano. El escritor italiano, cuyo nombre ha vuelto a mencionarse con frecuencia en los últimos días a raíz del centenario de su nacimiento y de la publicación de una novela hasta ahora inédita, Los dos amigos , fue desde siempre un asiduo espectador, pero además estuvo ligado al cine como guionista, aun antes de que sus libros fueran adaptados para la pantalla, y como crítico, labor que desarrolló durante tres décadas en medios como La Nuova Europa , L Europeo y L Espresso . Asimismo, podrían añadirse sus escasamente significativas apariciones como actor -en Monastero di Santa Chiara (1949, Mario Sequi), por ejemplo-, o su única experiencia como director, de la que apenas ha perdurado el título: E colpa del sole (1951).

* * *

Cuando empezó a participar en la elaboración de guiones -según algunos, con Zazà (1944), de Renato Castellani; según otros, con Obsesión (1942), de Luchino Visconti-, el nombre de Moravia no figuraba en los créditos: se lo impedían las leyes raciales del fascismo y la expresa prohibición que había caído sobre él tras el secuestro de su novela La mascarada, en 1941. De los films con cuyos guiones colaboró en la época de posguerra, vale mencionar L ultimo incontro (1951, Gianni Franciolini), Sensualità (1952, Clemente Fracassi) y La lupa (1953, Alberto Lattuada). Poco después, empezarían las adaptaciones de sus obras literarias: la primera, La provinciale (1953, uno de los mejores films de Mario Soldati), se basó en un cuento contenido en L imbroglio y tuvo en Gina Lollobrigida una protagonista carismática y convincente; en 1954, Alessandro Blasetti tomó otro relato, "Il pupo", para un episodio de Nuestros tiempos y un tercero, "Il fanatico", para Lástima que sea una canalla (1954), que contó con adaptadores de lujo (Ennio Flaiano, Suso Cecchi D Amico) y fue un enorme éxito de la pareja Sophia Loren-Marcello Mastroianni. Todavía en el mismo año se conoció La romana (Luigi Zampa), la primera de las muchas novelas suyas que, en manos de realizadores de prestigio, intentarían trasladar al cine su visión crítica de la burguesía italiana de buena parte del siglo XX, una sociedad que mostró condescendiente con el fascismo en los tiempos del régimen, insatisfecha en la posguerra con las contrariedades de las primeras democracias y cada vez más víctima de la alienación en los años del boom económico. Con su penetración para la pintura de personajes, sus agudas observaciones sobre la realidad, su examen de temas como la alienación, la sexualidad, el dinero, la crisis de valores del mundo burgués o la desazón interior, Moravia ofrecía rica materia dramática. Sólo en ocasiones el cine sabría aprovecharla.

* * *

Siguieron a La romana cerca de cuarenta films basados en sus novelas y cuentos, algunos de cuyos personajes, típicos de la Roma de los cincuenta, con sus imposturas e hipocresías observadas en clave satírica, han sido vistos por Antonio Debenedetti como hermanos mayores de los famosos monstruos que Dino Risi confió una década más tarde a Gassman y Tognazzi. Claro que había diferencias de tono entre la ironía burlona de la commedia all italiana y el pesimismo del escritor, como bien quedó expuesto en la versión de los Cuentos romanos abordada en 1955 por Gianni Franciolini. Y aunque no faltan las comedias entre los films inspirados en relatos suyos -de Risate di gioia (Mario Monicelli, 1960), el único film en que aparecieron juntos Totò y Anna Magnani, al episodio de la rica esposa aburrida de Ayer, hoy y mañana (Vittorio De Sica, 1963)-, fueron algunas de sus historias dramáticas las que alcanzaron resultados más interesantes en el cine. Agostino (Mauro Bolognini, 1962), por ejemplo, tradujo la atmósfera turbia y sensual de la novela sobre la pérdida de la inocencia de un adolescente y quizá mereció mejor suerte que la que tuvo entre la crítica y el público. Los indiferentes (Francesco Maselli, 1964) pintó con elegancia formal el derrumbe de una familia de la alta burguesía romana aunque se vio perjudicada por su escasa atención al contexto histórico y político. Dos mujeres (Vittorio De Sica, 1960) evocó con vigor narrativo los duros años de la guerra a través de una anécdota fuertemente dramática que le valió a Sophia Loren el Oscar de Hollywood y el premio a la mejor actriz en Cannes.

Pero seguramente fueron Jean-Luc Godard en El desprecio (1963) y Bernardo Bertolucci en El conformista (1970), quienes concretaron los dos mejores films inspirados en Moravia. Con lo que bien podría afirmarse que su obra dio los mejores frutos en el cine cuando éste se atrevió a hacer de ella una lectura crítica.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

La strada , F.Fellini ( 1954 )

TÍTULO ORIGINAL La strada
AÑO 1954
DURACIÓN 94 min.
PAÍS [Italia]
DIRECTOR Federico Fellini
GUIÓN Tullio Pinelli & Federico Fellini
MÚSICA Nino Rota
FOTOGRAFÍA Otello Martelli (B&W)
REPARTO Giulietta Masina, Anthony Quinn, Richard Basehart, Aldo Silvani, Marcella Rovere

Padre padrone , P. y V. Taviani , 1977

Padre padrone (1977)

Directores:
Paolo Taviani
Vittorio Taviani
Escritores:
Gavino Ledda (libro)
Paolo Taviani (escritor)


Parcela:
La verdadera historia de la vida de Gavino Ledda, el hijo de un pastor sardo, y cómo se las arregló para escapar de su dura ... más |
Palabras clave
Bestialidad | Rural | Analfabetismo | Emigración |

La dura vida en la Italia rural.

Omero Antonutti ... Padre
Saverio Marconi ... Gavino
Marcella Michelangeli ... Madre
Fabrizio Forte ... Young Gavino
Marino Cenna ... Joven pastor
Stanko Molnar ... Sebasiano

Nanni Moretti ... Cesare

Palermo oder Wolfsburg, Werner Schroeter, 1980

Palermo oder Wolfsburg (1980
Director:
Werner Schroeter
Escritores: Werner Schroeter (guión) and
Giuseppe Fava (guión) ...

Reparto
(Descripción general del reparto)
Nicola Zarbo ... Nicola
Otto Sander ... Staatsanwalt
Ida Di Benedetto ... Giovanna
Magdalena Montezuma ... Rechtsanwältin
Johannes Wacker ... Richter
Antonio Orlando ... Antonio
Brigitte Tig ... Brigitte Hahn
Gisela Hahn ... Brigittes Mutter

Novecento, Bernardo Bertolucci, 1976

TÍTULO ORIGINAL Novecento (1900)
AÑO 1976
DURACIÓN 314 min. Trailers/Vídeos
PAÍS [Italia]
DIRECTOR Bernardo Bertolucci
GUIÓN Franco Arcalli, Giuseppe Bertolucci, Bernardo Bertolucci
MÚSICA Ennio Morricone
FOTOGRAFÍA Vittorio Storaro
REPARTO Gérard Depardieu, Robert De Niro, Dominique Sanda, Stefania Sandrelli, Donald Sutherland, Burt Lancaster, Sterling Hayden, Francesca Bertini, Laura Betti, Werner Bruhns, Stefania Casini, Anna Henkel, Ellen Schwiers, Alida Valli, Romolo Valli

La tregua , Francesco Rosi , 1997

La tregua (Germania, Svizzera, Francia, Italia 1997)
regia: Francesco Rosi, sceneggiatura: Francesco Rosi, Tonino Guerra, Sandro Petraglia, Stefano Rulli, interpreti principali: Massimo Ghini, John Turturro, Claudio Bisio, Roberto Citran

Cristo si è fermato a Eboli , Francesco Rosi (Francia, Italia 1979)

Cristo si è fermato a Eboli (Francia, Italia 1979)
regia: Francesco Rosi, sceneggiatura: Francesco Rosi, Raffaele La Capria, Tonino Guerra, interpreti principali: Lea Massari, Gian Maria Volonté, Paolo Bonacelli, Irene Papas

Tre fratelli (Italia 1981)
regia: Francesco Rosi, sceneggiatura: Francesco Rosi, Tonino Guerra, interpreti principali: Vittorio Mezzogiorno, Philippe Noiret, Michele Placido, Charles Vanel

lunes, 28 de diciembre de 2009

Dos mujeres ( La Ciociara ), Vittorio de Sica, 1961

Dos mujeres ( La Ciociara )

* Año: 1961
* Director: Vittorio De Sica
* Guión: Vittorio De Sica,Alberto Moravia,Cesare Zavattini


La historia gira en torno a Cesira (Sophia Loren) y su hija Rosetta (Eleonora Brown) durante el avance de las tropas aliadas por la península italiana. Michele (Jean-Paul Belmondo),es un intelectual comunista con el que establecen relación.

jueves, 24 de diciembre de 2009

El conformista, Bernardo Bertolucci,

El Conformista es una película política de Bernardo Bertolucci. Basada en la novela de Alberto Moravia

La romana ( fragmento )



A los diecisiete años, era yo una verdadera belleza. Tenía el rostro de un óvalo perfecto, estrecho en las sienes y un poco ancho abajo, los ojos largos, grandes y dulces, la nariz recta en una sola línea con la frente, la boca grande, con los labios bellos, rojos y carnosos y, si me reía, mostraba dientes regulares y muy blancos. Mi madre decía que parecía una Virgen. Yo me di cuenta de que me parecía a una actriz de cine por entonces en boga, y comencé a peinarme como ella. Mi madre decía que si mi cara era hermosa cien veces más hermoso era mi cuerpo; un cuerpo como el mío, decía, no se encontraba en toda Roma. Entonces no me preocupaba de mi cuerpo, me parecía que la belleza estuviese toda en la cara, pero hoy puedo decir que mi madre tenía razón. Tenía las piernas derechas y fuertes, los flancos redondos, la espalda larga, estrecha a la cintura y ancha en los hombros. Tenía el vientre, como lo he tenido siempre, un poco grande, con el ombligo que casi no se veía, tan hundido estaba en la carne; pero mi madre decía que esta era una belleza más, porque el vientre debe ser prominente y no liso liso como hoy se usa. También el pecho lo tenía robusto, pero firme y alto, manteniéndose erguido sin necesidad de sostén; y también de mi pecho, cuando me lamentaba de que fuese demasiado grande, mi madre me decía que era una verdadera hermosura, y que el pecho de las mujeres, hoy en día, no valía nada. Desnuda, como más tarde hube de notar, era grande y llena, formada como una estatua; pero vestida parecía, por el contrario, una chicuela menuda ......

lunes, 21 de diciembre de 2009

La campesina ( fragmento 1 )


Total, no quedaba otra cosa sino esperar, en vista de que el desembarco, por un motivo u otro, había fallado. Pero, como dice el proverbio, quien espera desespera y nosotras, allá en Santa Eufemia, durante todo el mes de enero y luego también el de febrero, no hicimos sino desesperarnos un poco más cada día. Las jornadas, además, eran monótonas porque ya todo se repetía y cada día ocurrían las mismas cosas que habían ocurrido durante los últimos meses. Cada día había que levantarse, partir leña, encender la lumbre en la cabaña, hacer la comida y comer y, luego, vagar por las macere para matar el tiempo hasta la hora de la cena. Cada día, además, venían los aviones a tirar bombas. Cada día se oía desde la mañana hasta la noche y desde la noche hasta la mañana el retumbo regular de aquellos malditos cañones de Anzio que disparaban continuamente y que, por lo visto, nunca daban en el blanco, porque ni ingleses ni alemanes, como sabíamos, se habían movido. Cada día, en suma, era igual al día anterior; pero la esperanza, excitada ya e impaciente, lo hacía más tenso, exasperado, doloroso, aburrido, interminable y extenuante que el anterior. Y aquellas horas que, al principio de nuestra estancia en Santa Eufemia, habían pasado tan de prisa, ahora no acababan nunca de transcurrir y era en verdad un agotamiento, una desesperación indecibles.

Lo que, sin embargo, contribuía más a hacer exasperante la monotonía era aquel hablar continuo, que todos hacían, de cosas de comer. Se hablaba cada vez más porque cada vez había menos; y en las conversaciones, ahora, ya no se traslucía la nostalgia de quien come mal, sino el miedo de quien come poco. Ahora, ya todos hacían solamente una comida al día y se guardaban muy bien de invitar a los amigos. Como decía Filippo:

—Todos amigos entrañables, pero en la mesa, con estos tiempos, cada cual por su lado.

Los que lo pasaban menos mal seguían siendo los que tenían dinero, o sea Rosetta y yo, Filippo y otro refugiado que se llamaba Geremia; pero también nosotros, que éramos, como suele decirse, adinerados, presentíamos que pronto el dinero ya no nos serviría de nada.

La campesina ( fragmento 1 )

Total, no quedaba otra cosa sino esperar, en vista de que el desembarco, por un motivo u otro, había fallado. Pero, como dice el proverbio, quien espera desespera y nosotras, allá en Santa Eufemia, durante todo el mes de enero y luego también el de febrero, no hicimos sino desesperarnos un poco más cada día. Las jornadas, además, eran monótonas porque ya todo se repetía y cada día ocurrían las mismas cosas que habían ocurrido durante los últimos meses. Cada día había que levantarse, partir leña, encender la lumbre en la cabaña, hacer la comida y comer y, luego, vagar por las macere para matar el tiempo hasta la hora de la cena. Cada día, además, venían los aviones a tirar bombas. Cada día se oía desde la mañana hasta la noche y desde la noche hasta la mañana el retumbo regular de aquellos malditos cañones de Anzio que disparaban continuamente y que, por lo visto, nunca daban en el blanco, porque ni ingleses ni alemanes, como sabíamos, se habían movido. Cada día, en suma, era igual al día anterior; pero la esperanza, excitada ya e impaciente, lo hacía más tenso, exasperado, doloroso, aburrido, interminable y extenuante que el anterior. Y aquellas horas que, al principio de nuestra estancia en Santa Eufemia, habían pasado tan de prisa, ahora no acababan nunca de transcurrir y era en verdad un agotamiento, una desesperación indecibles.

Lo que, sin embargo, contribuía más a hacer exasperante la monotonía era aquel hablar continuo, que todos hacían, de cosas de comer. Se hablaba cada vez más porque cada vez había menos; y en las conversaciones, ahora, ya no se traslucía la nostalgia de quien come mal, sino el miedo de quien come poco. Ahora, ya todos hacían solamente una comida al día y se guardaban muy bien de invitar a los amigos. Como decía Filippo:

—Todos amigos entrañables, pero en la mesa, con estos tiempos, cada cual por su lado.

Los que lo pasaban menos mal seguían siendo los que tenían dinero, o sea Rosetta y yo, Filippo y otro refugiado que se llamaba Geremia; pero también nosotros, que éramos, como suele decirse, adinerados, presentíamos que pronto el dinero ya no nos serviría de nada.